“El tiro más importante en golf es el siguiente”.
Ben Hogan, golfista estadounidense.
Un gran líder es aquella persona consciente de que necesita rodearse de personas mejores que él en las áreas que dirige. En la actualidad, el liderazgo es uno de los temas con mayor interés y trascendencia, pero tristemente, es una de las labores más difíciles de cumplir. Se confunde liderazgo con imposición, como una autoridad convertida en obstáculo para los demás.
El liderazgo consta de todo lo contrario a lo que alguien ansioso de sobresalir, representa muchas veces en entornos laborales.
Aunque es verdad que el líder es aquel capaz de delegar responsablemente cada actividad de su entorno, es también alguien capaz de dirigirse a sí mismo. Es quien debe practicar, con mayor motivo y circunstancia, la empatía sobre todo lo demás.
Para entender el sentido espiritual del golf, este asunto es completamente relevante al momento de actuar. Un gran golfista siempre deberá mantener confianza en sí mismo, pero también en el caddie que lo acompaña, en confiarle los palos que elegirá para su próximo golpe y, por supuesto, en el propio desempeño que realizará. Su empresa es el viaje en sí mismo, que hace del primer al último hoyo.
LA VALÍA DEL GOLPE EN EL SWING
En el golf, el swing no solamente es un golpe que impulsa la pelota. Se requiere de cierta fuerza y velocidad para que su trayecto sea lo suficientemente fluido para aterrizar en el momento de gloria. ¿Y cuál es ese momento de gloria? Contrario al fútbol, no se trata de atinar al hoyo en el primer intento, sino de aproximarse lo más posible al objetivo.
En la vida como en el deporte, los grandes objetivos se cumplen a partir de un proceso de concentración, esfuerzo y acción; no solamente se toman en cuenta resultados inmediatos. Es de suma importancia tomar en cuenta que, al tomar una decisión, estemos consciente de la consecuencia/ reacción al tipo de causa/ acción que emprenderemos, sea de corto, mediano o largo plazo.
En el golf podríamos definirlo de esta forma: la acción a corto plazo es el golpe a la pelota, el tipo de swing que definirá el rumbo; la acción a mediano plazo es atinar al hoyo con el menor número de tiros posibles (es decir, economizar movimientos y mejorar estrategias); finalmente, la acción a largo plazo es el juego en sí, completar los 18 hoyos.
No es gratuito el que veamos constantemente la misma frase: “la vida es un juego”. Esta frase puede tomarse con cualquier sentido positivo o negativo, todo depende de su contexto. Pero lo que es cierto es que se trata de una verdad infalible, una realidad que, aprovechando su máximo y aceptando sus formas y usos, podremos estar preparados gracias a una toma consciente de decisiones.
Para hacer un buen swing requieres preparación, control, serenidad, paciencia y pasión. Exactamente lo necesario para tomar una decisión trascendente.
En su libro ‘El don de la estrella’, el escritor norteamericano, Og Mandino, definió la vida como “un parpadeo entre dos eternidades”. Interpreto esto de la siguiente forma: si no sabes vivir bien, no hay dos oportunidades.
El swing también es un parpadeo que, si lo aprovechas, tendrás buen resultado. Y tanto la vida como el swing, dependen de uno mismo.
Un swing realizado con la fluidez de una verdadera toma de decisión (consciente, activa y eficaz), puede brindar una imagen bastante memorable para quienes son testigos de este breve, pero importante logro: el movimiento de un swing, siempre va a dibujar una sonrisa.
LA VALÍA DEL GOLFISTA EN SU PROPIO JUEGO
El golfista necesita luchar y superar la decepción de un mal tiro, acción que él mismo provoca. En el liderazgo cotidiano, un líder está acostumbrado a atribuirle sus fallas a las personas que dirige. Hay veces donde nos preguntamos si esto es consciente o inconsciente, si olvidan por completo que alguna vez estuvieron en otro puesto al actual en la jerarquía empresarial, o simplemente olvidan que el liderazgo es también sinónimo de riesgo.
Es irresponsable de su parte la repartición gratuita de culpas, así como es irresponsable del golfista el afrontar el fallo con nada más que frustración y enojo dirigido a su caddie, su público, incluso a su propia herramienta de trabajo. Eso no es profesionalismo, núcleo de todo líder.
Un líder es seguido por lo que representa e inspira, aún sin título oficial. Si en el campo, el golfista y el caddie son sus propios líderes y, sobre esto, logran compenetrar como esta unidad de objetivo clave, no importa si el swing no tuvo la fuerza adecuada o si requirió de muchos tiros para lograr el tino al hoyo. Lo que importa es ese proceso de colaboración que permite continuar el juego de la vida, en el mejor sentido posible.
EL SENTIDO ESPIRITUAL
El golf fortalece el espíritu, pues para aprender a jugar golf, uno debe superar largas etapas de frustración en las que mucha gente se da por vencida, al punto de abandonar el juego. El abandono es una obviedad impuesta por esa frustración, la cual llega a ser, por desgracia, una comodidad bastante habitual.
El esfuerzo es una novedad constante. Requiere de constancia y riesgo, algo con lo cual nos topamos cotidianamente. Y cuando se aprende a jugar, aprendes a superar de inmediato un mal tiro a jugar, aprendes a superar de inmediato y sólo alguien con un espíritu fuerte lo consigue.
Practicar la espiritualidad es estar en contacto con algo mucho más grande que nosotros mismos. Desde la creencia religiosa a la fe en uno mismo, desde el encuentro constante con nuestras fortalezas y debilidades hasta el simple, pero poderoso hecho de vivir por una causa. El deporte es sin duda de las más poderosas prácticas espirituales de las que puede disponer la humanidad.
El golf es un deporte íntimo, hasta cierto punto, brindando el espacio suficiente para la reflexión, aún con audiencia llenando estrados y alrededores. El golf brinda el paisaje necesario para reencontrarse con un entorno que hemos alejado, o encerrado en recipientes: la naturaleza.
En medio de la intemperie, retornamos a la vulnerabilidad primitiva de nuestra naturaleza, pero con las herramientas que son el poder de decisión, la consciencia de uno mismo envuelto en un juego de posibilidades y, claro está, el privilegio de aprovechar cada instante.
Cada swing es todo un proceso de meditación. Se requiere de 124 músculos para tomar vuelo y golpear la pelota y, en ese trayecto de milésimas de segundo, hacemos una inhalación y exhalación que nos brinda la fuerza con la cual la elevación y descenso de la pelota será significativa, tanto para el juego como para nuestra aspiración.
Tanto en la vida como en el golf lo más difícil está siempre por venir. Por ella hay que estar siempre preparados, atentos y dispuestos a la entrega total a nuestras acciones. Eso es amor, algo mucho mayor. La vida y el golf son un reto permanente que nos impulsa a dar lo mejor de uno mismo siempre. Cuando vives y juegas golf con amor, superas todo reto, y comienzas a vivir de forma genuina y apasionante el sentido espiritual del golf.
Raúl Cisneros Velázquez (Irapuato, Guanajuato, 1952) es veterano en Relaciones Industriales de la Universidad de Guanajuato. Formó su propia empresa de consultoría en Recursos Humanos, Edúcere, que labora desde hace 25 años. Considerado en Guanajuato un gurú de los recursos humanos y desarrollo organizacional, sus pasiones se dividen entre la familia, el trabajo, la lectura y el golf.